jueves, 22 de diciembre de 2011

Soles Negros

Anoche soñé el fin del mundo
Y no era trágico.
Todo sucedía en un baño público
con cigarros y cerveza yendo de boca en boca.
Soñé con aullidos
con la cama desecha
la basura en un costado
papeles colgaban de los ventiladores.
Soñé con la lengua latinoamericana
insultada,
insultándome,
pronunciando nombres rápidamente,
recitando poemas en un bar peronista.
Soñé con la aurora, la noticia de tu desvelo
y todo parecía cerrar el escenario,
luces circulares
poemas,
libros
y poetas por el piso,
sillones destrozados
fantasmas cruzados en la noche
ni ficciones, ni realidades
solo alteraciones de la conciencia.
Soñé con la muerte de los soles negros,
Orinando en un baño público,
con cigarros y cerveza yendo de boca en boca.
Soñé que me tocaban con ceniza la frente,
la memoria quema hasta en los sueños.

martes, 12 de abril de 2011

A nadie le importa...

A nadie le importa cuántos cuerpos caen blandos a la orilla de tus sueños,
Ni la suma indescifrable de los ocasos de esta ciudad desierta.
Aquí, cerca, muy cerca,
con el estetoscopio que cuelga de tus oidos,
sintiendo el latido violento
de una mina bajo el suelo,
Incrustada en el recuerdo,
en la memoria de la guerra.
Destellos de pólvora seca en el gabán
y el miedo que ya no sabe subir por las piernas.
Antes por lo menos habia un tartamudeo sordo
entre los dientes,
ahora ni eso,
ni una mueca que entretenga
este oficio de deshacer,
de corregir orfandades.
Y de chico querías ser doctor
mientras jugabas con el estetoscopio,
ese mismo que cuelga,
ésa maquina de palpar agresiones
que no cura el origen de todo esto,
de tanta mentira derramada en el mundo,
de la oquedad sanguínea de la muerte.
Ya no sabes qué estallido se llevó al doctor,
ni porqué pareces estar solo en esta ciudad,
sólo te queda una certeza en mente,
a nadie le importa cuántos cuerpos caen blandos a la orilla de tus sueños.

viernes, 11 de febrero de 2011

Lengua

Yo quería una lengua,
lengua chata, plana,
como piedra lamida por la noche,
y en vez de eso
me tocó esta lengua
huérfana de historia,
que no desanda caminos,
Ni lengua aborigen,
ni lengua olvidada en la legua,
ni desteñida por los años,
ni empapada de conocimientos.
Yo quería una lengua chata,
una para poder someter a mis anhelos,
y me tocó aprender a usar esto,
que cabe en un borrador,
en un cuaderno de viajero.
Lengua de ruta sudamericana,
lengua de países en constante construcción,
lengua de la experiencia.
Mi lengua,
lengua de alcohol,
que quiere decir el mundo
y abarca sólo una manzana del barrio,
lengua de ciudad con puertas abiertas,
de angustias, de placeres efímeros,
de amigos en retorno,
de versos entonados sin vergüenza.
Mi lengua, la que me conjuga,
la que pone el final a los poemas
va a devolverme a la cama,
Muda, Abierta,
como trampa para pájaros.