viernes, 6 de junio de 2008

IV

Una flor, cansada del rito de la fotosíntesis
dobla su tallo y hunde su cabeza en la tierra.
Al sentir el olor de un cuerpo
piensa que eso sienten los hombres
cuando huelen una flor.
Separa los pétalos para ver
un muerto, materia de olvido,
una matemática incierta
de números en descomposición.
Con una espina le corta un párpado
y obliga al hombre
a ser víctima de la literatura.
Al hundirse en la tierra la flor entiende
que la libertad no tiene grados.
Para el cuerpo,
la muerte no tiene olor a muerto.