lunes, 20 de agosto de 2012

Quizás sientas que los papeles te tapan la vista, que es necesario flotar en círculos por encima del escritorio -vuelo rapaz de todo lo que creen que sos y ni siquiera se parece a tu nombre-. Todo ese concepto se te escapa en un bostezo, en el aburrimiento de lo que la gente piensa, en lo que pretenden que hagas para ser uno de ellos, pero eso, como casi todo, es un instante. Cierras la puerta y todo queda afuera, De un minuto a otro dejas al abogado en esa silla envuelto en el menú diario en los caminos posible que repite de la casa al trabajo del trabajo a la calle de la calle a la gente que amanece enojada por no poder comprar su pedazo de cielo norteamericano. No hacen falta prólogos para explicar tus demandas, ni las suyas, ni hacen falta firmas al final de los poemas que rompes a diario. El vuelo sigue girando en si mismo, y no es otra cosa que la mecha cíclica de tu historia. preparada, expectante, nacida para reventar y sepultar los escritos en tu cara y en la de los que leen tus páginas, tus sellos, tu cuenta bancaria, tu celular, tu boca, tu auto, tu alma pobre, sucia, parecida a la de muchos, que no quieren ver en sus espejos, en sus casas, en sus familias, en sus novias, en su sexo aburrido, en su cariño falso, sus abrazos rotos para amigos nuevos sus sonrisas de principio de mes, de drogas desperdiciadas en música horrible, de generosidades esporádicas. Y al final te das cuenta que toda esa historia vuelve hacia uno, Como el principio de un poema donde el prejuicio era hacia vos y no al revés.

viernes, 27 de enero de 2012

En la boca hueca

“Si no hay nada para decir, la muerte se parece al silencio”

Los aplausos lo encienden
y así comienza el juego,
muecas repetidas,
pirueta que ya no entretiene,
giro libre para
volver
al
inicio
sin
moretones.
Siempre
una palabra
que roce la superficie,
una palabra que no contagie,
que sirva de señuelo,
una boca hueca,
alargada en su propio ruido.
Nada de esto importa;
si el público se ofrece generosamente
el escenario queda resuelto.
El verdadero truco está
en repetir una franquicia
hasta creerla propia,
lo que se espera de uno
es similar a lo que no se es
y el resultado del poema
visita el barrio
y todo le indica que él se ha ido.