A nadie le importa cuántos cuerpos caen blandos a la orilla de tus sueños,
Ni la suma indescifrable de los ocasos de esta ciudad desierta.
Aquí, cerca, muy cerca,
con el estetoscopio que cuelga de tus oidos,
sintiendo el latido violento
de una mina bajo el suelo,
Incrustada en el recuerdo,
en la memoria de la guerra.
Destellos de pólvora seca en el gabán
y el miedo que ya no sabe subir por las piernas.
Antes por lo menos habia un tartamudeo sordo
entre los dientes,
ahora ni eso,
ni una mueca que entretenga
este oficio de deshacer,
de corregir orfandades.
Y de chico querías ser doctor
mientras jugabas con el estetoscopio,
ese mismo que cuelga,
ésa maquina de palpar agresiones
que no cura el origen de todo esto,
de tanta mentira derramada en el mundo,
de la oquedad sanguínea de la muerte.
Ya no sabes qué estallido se llevó al doctor,
ni porqué pareces estar solo en esta ciudad,
sólo te queda una certeza en mente,
a nadie le importa cuántos cuerpos caen blandos a la orilla de tus sueños.
martes, 12 de abril de 2011
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