Yo quería una lengua,
lengua chata, plana,
como piedra lamida por la noche,
y en vez de eso
me tocó esta lengua
huérfana de historia,
que no desanda caminos,
Ni lengua aborigen,
ni lengua olvidada en la legua,
ni desteñida por los años,
ni empapada de conocimientos.
Yo quería una lengua chata,
una para poder someter a mis anhelos,
y me tocó aprender a usar esto,
que cabe en un borrador,
en un cuaderno de viajero.
Lengua de ruta sudamericana,
lengua de países en constante construcción,
lengua de la experiencia.
Mi lengua,
lengua de alcohol,
que quiere decir el mundo
y abarca sólo una manzana del barrio,
lengua de ciudad con puertas abiertas,
de angustias, de placeres efímeros,
de amigos en retorno,
de versos entonados sin vergüenza.
Mi lengua, la que me conjuga,
la que pone el final a los poemas
va a devolverme a la cama,
Muda, Abierta,
como trampa para pájaros.
viernes, 11 de febrero de 2011
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