Como si fuera posible entenderlo
o decirlo de otra manera
le hemos cambiado el nombre al sol
y pretendimos modificar
el movimiento cíclico de la tierra.
Pero apenas nos alcanzó para quitarle el nombre
y jurar a todos que la luz del día
es una pantalla de acero reflejada en nuestras caras.
Tratamos de inventar la imagen del cielo
y sus componentes nos dejaron de rodillas.
Entonces, cubrimos la tierra con láminas grises.
Nos pensaron como dioses
y crecimos verticales hasta comprimir el cielo,
ahora él se arrodilla ante nosotros.
Somos los dueños de la forma,
hemos frenado la naturaleza
y la dejamos mostrarse
sólo entre las guías que unen el asfalto.
Brote verde del fracaso,
revelación natural contra el hombre
que crea y descree del origen de las cosas.
domingo, 3 de enero de 2010
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