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Mirado desde adentro
la plata es la gota de sal
que les cruza el cuerpo.
Un retazo de cuero impone una posición
y el hombre se vuelve un narciso cíclope
que se mira en los durmientes
y deja el cansancio amontonado
en un par de hojas.
Su sangre sólo sabe de propulsión
-un motor bien aceitado que se arrastra por las vías-.
Hay un elemento mítico
en todo este orden.
Si se cumplen los rituales,
el año será bueno,
la sangre sabrá bautizar
otro encuentro del hombre
que busca apropiarse de las cosas.
martes, 1 de abril de 2008
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