domingo, 14 de noviembre de 2010

X

No estoy apurado,
corro, pero no es el tiempo
el que me persigue.
Anoche murió alguien
baleado en plaza de Once,
y siento que debo escribir por él,
escribirle una palabra en la boca muda,
partirle la noche en dos,
un alba que calme sus voracidades.

No estoy apurado,
escribo sin parar,
trato de abstraerme de la hoja,
de la muerte ajena
que me toca como un viento frío.
Es de día, el noticiero así lo dice,
el desayuno sobre la mesa,
el pan groseramente negro.
Una naranja seca rueda hasta mis manos,
todo parece ser tan ajeno
y sin embargo tan sentido.

No estoy apurado,
estoy frente a una bruma blanca
que destruye todo a su paso,
una bruma que va
de los otros a mí,
de mí a los otros.
En instantes habremos tolerado todo,
nos veremos a la cara como extraños
y negaremos toda historia contada.

No estoy apurado,
escribo sobre la marcha.
Nunca será demasiado tarde
para ver caer mis fantasmas.
No hay mentiras,
sólo verdades desnarradas.
No, no estoy apurado,
los personajes de mis poemas
han venido a verme,
siento su abrigo,
su triste memoria.
Planean enterrarme
y festejar mi ausencia;
lo sé porque me lo han dicho al oído
en mis sueños.

No estoy apurado.
volveré de noche
cantando al galope,
tartamudeando versos alegremente.
Habré llenado de amigos el calendario
y todos vendrán a saludarme.
Para ese entonces, espero,
la televisión no dé las coordenadas del fin del mundo,
de una u otra manera
será otro programa para saltear con el control remoto.